Pizarras y luciopercas

En algunas hay sombras de bosques de helechos arborescentes, dinosaurios alados, peces acorazados y climas que no nos tocaron. Qué ríos, tumultos y arrastres fueron apilando estas arenas, lodos y sedimentos. Qué fuerzas las llevaron hasta el fondo. Cuántos millones de años las hicieron y luego las pusieron en vertical y hasta las doblaron como si fueran lonchas de un queso gigante de piedra blanda parda y rojiza.

Luego los hombres y las mujeres más curiosos sacaron sus láminas e hicieron con estas pizarras tejados, muros de aldeas, palomares, linderos y refugios. Y más adelante la pizarra fue pizarra y se escribieron sobre ella, con tiza de yeso, letras y cuentas para enseñar a otros, tal vez poemas y complicadas ecuaciones que cambiaron el mundo.

En los minerales y con los minerales de la tierra pintamos las cuevas y los sueños, enjoyamos a las diosas y a los tiranos, propiciamos lanzas y bombas, pirámides y espejos. También están en nosotros, dentro de nuestra sangre, en partes quizá infimas pero también imprescindibles. El hierro, el litio, el cobre o el calcio no solo están en el cemento, los automóviles, las cañerías o la viga. Uno sale a pescar unas luciopercas, mira a la orilla y le sale el Mundo en su grandeza diminuta a contarle sus cuentos y sus ciencias ¿Quién dijo que pescar es una actividad primitiva?

Pero esta vez sí matamos, precisamente nosotros, que nunca matamos un pez, recordamos el rito de los pueblos cazadores-recolectores que tantas veces eran pescadores-forrajeadores. La habilidad que delegamos cada día al pescador en el mar y al pescadero en su puesto cuando pedimos merluza, dorada, salmón, sardinas… y, mientras compramos galletas o puerros, nos preparan la bolsa opaca o la bandeja de poliestireno con los filetes del pescado, el alimento limpio y ya sin sangre, para que no recordemos que fue un animal vivo y libre. Hoy nuestra mano empuña el cuchillo sueco afilado para quitar la piel y la espina. Lavamos en la orilla su carne blanca y nos sale la murmuración de cierta invocación milenaria a quién sabe qué espíritu del río. Un río embalsado que aquí está limpio todavía. La especie ha sido etiquetada como “exótica invasora”, de obligado sacrificio, pero lo que nos ha decidido a guisarla y comerla ha sido otra historia. Con un pez de poco más de dos kilos comemos cinco. Seguimos una sencilla receta francesa con mantequilla, vino blanco y cebolla pochada. Acompañamos la lucioperca con unas níscalos escabechados para la salvajina sea completa.

En Francia, Alemania, Polonia o la República Checa la lucioperca, la carpa, el lucio y hasta el monstruo don siluro son peces muy valorados, no son baratos en los mercados ni tampoco en la carta de los restaurantes. Hoy nos sorprende su finura, las hojuelas grandes, tiernas y muy blancas de su carne. Los zamoranos avisados ya están en el secreto. Pescadores rusos y rumanos les mostraron que el pez era una golosina.

El pueblo san (bosquimanos) viven en una superficie de 85.000 kilómetros en un durísimo desierto que toca a  Bottswana, Namibia y el  sur de Angola. Los san han fascinado a los antropólogos y sobre todo a los lingüistas porque su idioma no se parece en nada a ninguna otra familia linguística conocida. Tienen una sofisticada lengua que cuenta con 141 sonidos y cliqueos, cuando el inglés apenas tiene 31. En cambio su equipamiento para cazar es mínimo: arco corto y carcaj de corteza con flechas, palitos para hacer fuego, junco hueco para sorber agua, cuchillo, lanza corta, goma vegetal para reparaciones y poco más. Los arcos de los san son muy cortos y poco potentes, con un alcance efectivo de veinte o veinticinco metros. La punta de la flecha apenas penetra más de uno o dos centímetros, la mayoría de las veces sólo rasga la dura piel de los antílopes. Pero la punta, antes de hueso y ahora de acero, está emponzoñada con una toxina que sacan de dos tipos de larva de escarabajo. Masajean las larvas de izquierda a derecha con mimo, ablandando las vísceras sin romper el pellejo y luego las exprimen en un pequeño cuenco de asta o hueso y van barnizando y secando al sol las puntas de la flechas hasta que tienen la dosis justa que cada cazador estima. Luego, cuando cazan grandes antílopes como kudus, eland y orix dan gracias al espíritu de la bestia y reparten la carne equitativamente. Eso hacemos nosotros con el pez.  Nada tiene que ver la estepa Zamorana con Namibia pero los bosquimanos y nosotros somos del mismo pueblo homo sapiens sapiens con hambre y ganas de fiesta.

Ramón J. Soria Breña

Temporada 5. Capítulo 7Pesca de luciopercas en Ricobayo
Fecha de grabaciónFebrero 2023
Duración2:28 minutos
Fecha de emisión29 de marzo de 2023
LocalizaciónEmbalse de Ricobayo. Zamora . España
Imagen y sonidoErnesto Cardoso, Daniel Agut
Montaje y ediciónErnesto Cardoso
OpúsculoRamón J. Soria Breña
MúsicaCrowander
TemaDusty/Fishing
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