Hace más de un millón de años se produjo la glaciación de Günz, hace medio millón de años la de Mindel, hace doscientos mil la de Riss y hace ochenta mil años la de Würm. Kilómetros de hielo que subían y bajaban en lentísimas mareas cambiando los paisajes y con ellos lo que podía vivir en esa tierra inhóspita. Luego, hace poco más de once mil años, los últimos hielos del Pleistoceno se fueron reduciendo. El nivel del mar, las corrientes oceánicas y también los vientos convirtieron algunos lugares como el Sáhara o el desierto de Arabia en sabanas llena de ríos, verdor y vida. Pero aquí, al irse el frío, también se extinguieron los rinocerontes lanudos y los mamuts, los ciervos gigantes y los grandes bisontes. Quién sabe si además del clima las lanzas de sílex de quienes llegaron del sur ayudaron a los cambios.
Relictos. Del latín “relictus” que significa “abandonado”. Pequeños bosques abandonados por el tiempo. Resistentes a los grandes cambios climáticos que transformaron el paisaje. Estos árboles se escondieron en pequeños valles, se quedaron en las esquinas del mundo, se refugiaron en lugares en los que la geología y la geografía, la altitud del terreno y el clima, el interés humano o su olvido les permitieron seguir vivos en sus diminutos lugares de “abandono”, rodeados por un espacio y unas condiciones climáticas hostiles que ya no les permitieron salir a “conquistar” más territorios. Delicadas orquídeas junto en arroyuelos mesetarios. Loreras subtropicales relictas en vallecitos húmedos rodeadas de secarrales extremeños. Encinas y alcornoques mediterráneos relictos en la húmeda y fresca cornisa cantábrica.
Las previsiones botánicas del actual Cambio Climático tal vez extingan en pocos siglos las últimas loreras y extiendan más allá de sus escondrijos a esas pocas encinas norteñas. Parte del país será un desierto y de los ríos solo quedarán los wadis. Entonces tal vez las especie humana sea un animal también “relicto”, abandonado y escondido en los valles cantábricos o quizá más arriba, en una península escandinava llena de encinas alcornoques y jaras en lugar de bosques boreales de abetos y abedules. Quién sabe si además de los azares del clima ayudaron a esos cambios las sofisticadas tecnologías de aquellos que al principio solo fabricaban lanzas con puntas de piedra y ahora quieren colonizar Marte. Quién sabe si dentro de un millón de años se producirá una nueva glaciación ya sin nombre porque no quedará nadie de aquellos depredadores para inventar uno. Pero nos alejamos por un rato todos estos pensamientos funebristas y disfrutamos del diminuto bosque mediterráneo incrustado en el Cantábrico, de la brisa del mar rozando estas hojas adaptadas al calor y la sequía de otros lugares, y de cómo la imaginación y la ciencia nos permite saber y entender el por qué de estos misterios vegetales.
Ramón J. Soria Breña
Temporada 4. Capítulo 24 | Encinares de litoral |
Fecha de grabación | Agosto de 2022 |
Duración | 1:45 minutos |
Fecha de emisión | 23 de noviembre de 2022 |
Localización | Santoña, Cantabria. España |
Imagen y sonido | Ernesto Cardoso |
Montaje y edición | Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Ramón J. Soria Breña |
Música | One men book |
Tema | Appalachian summer |