El agua es muy lista y fluye por donde menos le cuesta; con el tiempo como aliado, horada y destroza a su paso todo lo que quiere con el único fin de llegar rápida y cómodamente a lagos y océanos. El paisaje conoce muy bien al agua y al resto de los elementos; todos ellos han trabajado juntos durante millones de años modelando las rocas y los suelos de tal manera que a escala humana todo es aparentemente estable y constante en el tiempo.
Los diferentes biotopos y ecosistemas también han luchado siempre contra los fenómenos naturales de una manera más o menos efectiva, dando cierta estabilidad para que la vida pudiera abrirse paso sin excesivos sobresaltos: en momentos de fuertes lluvias y tormentas, sujetando los árboles el suelo de las laderas frente a la escorrentía; también la variedad y diversidad de especies vegetales controlando y evitando la excesiva propagación de los incendios producidos o los meandros de los ríos regulando las avenidas temporales y disminuyendo la velocidad del agua.
Con la experiencia, empezamos a ser conscientes que toda alteración humana de ese paisaje provoca que el propio medio natural se comporte de manera mucho más hostil. Cualquier nueva montaña, agujero o curso de agua creado por el ser humano, suponen algo diferente por lo que el aire, el agua, el fuego o la tierra puedan sentir “la necesidad” de destrozarlo sin piedad.
Los ecosistemas actuales están en mayor o menor medida influenciados por el hombre y probablemente muchos de ellos no existirían sin la previa acción de los humanos. Por ejemplo, los montes de robles, encinas, quejigos y jaras que fueron deforestados de una manera progresiva y constante a lo largo de muchos siglos para combustible y materias primas; posteriormente se aterrazaron de cualquier manera y se repoblaron con especies arbóreas únicas de rápida/media velocidad de crecimiento y que además eran pirófilas en la mayoría de los casos; creando entonces nuevos ecosistemas mucho más sensibles y por lo tanto dependientes de la gestión y el mantenimiento humano de los mismos para su subsistencia.
Pero no toda la acción del hombre ha sido tan perjudicial y las estepas de las mesetas o esos bosques repoblados son al final excelentes reservorios de vida, con numerosas especies interactuando con un alto grado de equilibrio y armonía; incluso con la propia actividad antrópica. Todo ello sin perder de vista lo comentado: Son entornos en muchos casos jóvenes, sensibles a los fenómenos naturales y que requieren de una gestión adecuada.
Si nos adentramos en el mundo de las redes sociales y leemos a diferentes grupos de opinión, las posturas están claramente enfrentadas, pasando de entender que los ecosistemas actuales necesitan siempre de la permanente acción del hombre (limpieza anual y constante de la biomasa) a creer que como espacios naturales estos deben evolucionar a su libre albedrío sin actuación alguna sobre ellos; ambas son posturas tan radicales como ineficaces en la mayoría de los casos. El conocimiento del medio y de estos ecosistemas obliga a establecer modelos de gestión a medida y eficaces, con diferentes niveles de intervención, ya sea tanto en entornos maduros como en ecosistemas más recientes; es necesario dedicarles un poco más de tiempo.
No podemos permitirnos la desaparición de ningún espacio silvestre por el mero hecho que esto supone la desaparición de vida, muchas veces única. Si ya de por sí la actividad humana fagocita por defecto todo lo que rodea, debe realizarse de manera que se consiga en mayor o menor medida un equilibrio con el medio natural. Los incendios en bosques con especies pirófilas pueden ser más naturales de lo se pudiera pensar, pero no por ello son buenos ni beneficiosos, sobre todo a corto plazo. Catástrofes como la de la Sierra de la Culebra en Zamora no tienen justificación alguna por mucho que fuera un bosque repoblado que no existía hace 100 años. La desaparición de flora y fauna son la primera consecuencia de los incendios y la que más impacta a nivel de opinión pública; pero después vienen las lluvias, el arrastre del lodo cargado de cenizas por los arroyos con la consecuente muerte por anoxia de gran parte de la fauna acuática de los cursos fluviales; o también la circulación de partículas por viento con la consecuente contaminación del aire. Y todo esto sin perder de vista los años posteriores: erosión progresiva de las laderas peladas de vegetación, deslizamientos y reptaciones del suelo, la colmatación de embalses por la cantidad de sedimentos arrastrados y otro largo etcétera de diferentes y perniciosos efectos secundarios.
Una vez nos encontramos con el monte negro y calcinado delante de nuestras narices, llega el momento de pensar como restaurarlo de una manera duradera y coherente con el medio físico y por ende con los animales, las plantas, los hongos, las personas, las bacterias o cualquier otra forma de vida. La planificación en el medio natural no debe centrarse en intereses exclusivamente económicos/políticos de los responsables de turno o considerar los bosques solamente como cultivos; gestionar para ciclos de 4 años es aberrante e ineficaz, pero desgraciadamente es la realidad que nos toca vivir. El equilibrio entre la acción del ser humano y el desarrollo de la vida natural podrán crear riqueza pragmática sostenible, probablemente unos beneficios a escala local que son los que necesitan los pueblos de las comarcas afectadas; debiendo entonces estar dicha gestión completamente descargada de los intereses partidistas de unos pocos.
Es posible generar riqueza en los espacios naturales sin que estos se conviertan en exclusivos parques temáticos llenos de paneles explicativos, donde sólo podamos mirar o comer después en los cuatro restaurantes locales y sin caer tampoco en el error de convertirlos en meras cadenas de producción de madera, carne y ganado sin más fin que la fabricación de dinero.
Daniel Agut
Temporada 4. Capítulo 23 | Incendio en la sierra de la Culebra |
Fecha de grabación | Octubre de 2022 |
Duración | 2:57 minutos |
Fecha de emisión | 9 de noviembre de 2022 |
Localización | Sierra de la Culebra, Zamora, Castilla y León. España |
Imagen y sonido | Santiago Robles, Ernesto Cardoso |
Montaje y edición | Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Daniel Agut |
Música | Scott Holmes |
Tema | Together we stand |