Geología del río Gallo

La Geología, esa ciencia que nace de la necesidad de explicar el origen de la formación de nuestro planeta, parte -como todas las ciencias- de la inquietud del ser humano por entender el entorno en el que vive y el que puede llegar a vislumbrar. Hasta la llegada del pensamiento racional, las respuestas a fenómenos que no entendíamos las dejamos en manos de los que se han dedicado a fabular a través de la leyenda o la religión. Algo tan cercano al hombre como es el paisaje no podía quedar excluido de su imaginario y durante mucho tiempo fueron respuestas bastante fantásticas las que quisieron explicar su origen, pero desde que decidimos no creer en la magia del creacionismo las piezas que se han ido descubriendo completan el puzzle de la formación geológica de la Tierra.

Estamos acostumbrados a reconocer los cursos fluviales por su entorno paisajístico, por su flora o su fauna, pero solemos obviar que se encuentran en un contexto geológico muy determinado que condiciona de manera notable los diferentes ecosistemas que nos encontramos.

El río Gallo nace en el borde más occidental de la Sierra de Albarracín, recorriendo de este a oeste 90 km hasta desembocar en el río Tajo, muy cerca de la población de Zaorejas en la provincia de Guadalajara. Es un río ibérico clásico, mediano, sin grandes desniveles y con un caudal bastante regular a lo largo del año, que se alimenta de las abundantes surgencias de agua que manan lo largo de todo su recorrido, muchas en el mismo lecho de su cauce. Su curso nos permite radiografiar y observar con detalle lo que es ahora mismo el sistema Ibérico: su génesis como cadena montañosa, los diferentes paleoecosistemas que existieron a lo largo de millones de años, la climatología que tuvo lugar y qué seres vivos habitaron. Podemos leer en las rocas desde los diferentes puntos de vista de la geología, con distintas escrituras que convergen de manera coherente y nos enseñan su historia, biología, física y química a través del lenguaje de las piedras.

El principio de superposición de estratos es una regla geológica que nos indica que en el supuesto de materiales geológicos horizontales no deformados, las capas más modernas se depositan sobre las más antiguas. Es la base de la rama de la geología denominada estratigrafía. Los geólogos elaboran columnas estratigráficas con los distintos materiales geológicos a partir de lo que pueden ver en los taludes de caminos, carreteras, sendas o el corte que durante millones de años un río ha excavado en la roca. La correlación lateral de dichas columnas permite conocer a nivel regional qué materiales están encima y cuales debajo, dando una idea clara de su continuidad vertical, lateral, su espesor y morfología. A escala mundial, todas las columnas estratigráficas elaboradas por miles de científicos se agrupan en una única columna resumen que define las edades de todos los materiales rocosos de la Tierra. La geología histórica elabora esta columna con los diferentes periodos que nos cuenta todo lo ocurrido a lo largo de los 4.500 millones de años de existencia de nuestro planeta.

Las rocas y los sedimentos tienen texturas y composición química muy características que definen claramente cómo y dónde se originaron, incluso en ocasiones se puede aproximar la edad y cuando se formaron utilizando los diferentes métodos de datación mediante isótopos radioactivos. La rama de la geología denominada petrología, estudia las rocas partiendo de su composición química y mineralógica, de su estructura y textura, así como de su procedencia y origen en relación con los diferentes procesos geológicos. De esta manera y a través de su estudio minucioso,  podemos identificar inicialmente si las rocas son de origen sedimentario, ígneo o metamórfico; además de otros muchos detalles que desvelan el cómo, el cuándo, el dónde y el por qué se formaron.

En ocasiones es tan necesario entrar en el detalle del estudio, que las rocas deben dividirse en diferentes unidades constituyentes denominadas minerales. La mineralogía, a partir de las propiedades físico-químicas de los diferentes elementos de la tabla periódica; estudia las condiciones de formación de las distintas moléculas y su distribución ordenada en el espacio. La presión, la temperatura, el PH o la composición química son parte de las variables que darán lugar a las diferentes fases minerales.

La corteza terrestre está en permanente movimiento y la mayoría de las veces no somos capaces de percibirlo debido a la lentitud con la que se manifiesta. En ocasiones terremotos, volcanes o grandes deslizamientos nos lo recuerdan y permiten que podamos teorizar sobre la génesis de las montañas o los grandes océanos. La geodinámica nos permite conocer los movimientos ocurridos tanto en la superficie de la tierra (erosión, transporte y sedimentación) como en el interior, estudiando las deformaciones de la masa rocosa que constituye la Tierra. Utiliza como herramienta la geología estructural, que a partir del estudio del comportamiento físico de las deformaciones de las rocas a pequeña escala (estructuras geológicas) permite su interpretación normalmente de menor a mayor tamaño y llegar a conclusiones regionales detalladas, como por ejemplo cómo pudo formarse una determinada cordillera a lo largo de millones de años.

La vida del pasado menos reciente se nos ha descubierto a partir de los restos encontrados en algunos materiales rocosos. Lo ocurrido en todas las biosferas de la Tierra a lo largo de su historia se ha podido estudiar con estos restos denominados fósiles. La paleontología nos ha permitido desarrollar el conocimiento de cómo la vida se desenvolvió en determinados momentos de nuestro pasado  geológico, estableciendo hipótesis de los diferentes taxones y sobre los distintos ecosistemas y climas en los que la vida se desenvolvía.

Juntando todas estas disciplinas con otras no mencionadas y haciéndolas interactuar entre sí, podemos afirmar que el Sistema Ibérico fue una cuenca marina somera, donde existió una base de rocas paleozoicas principalmente sedimentarias y metamórficas de bajo grado sobre las que empezaron a depositarse diferentes materiales sedimentarios mesozoicos. Las columnas estratigráficas nos dicen que esa base se formó hace unos 250 millones de años, al principio del Periodo Triásico, a partir de la erosión de las rocas descritas que formaron su suelo geológico: los conglomerados y areniscas del Buntsandstein que podemos disfrutar en algunos de los barrancos y hoces que atraviesa el Río Gallo en su tramo medio.

Los diferentes materiales de esta gran cuenca se fueron acumulando a lo largo de los periodos Jurásico y Cretácico durante 135 millones de años gracias a episodios de erosión, transporte, sedimentación o decantación, junto con la importante génesis de rocas carbonatadas en zonas de costa: calizas y dolomías formadas a partir de restos de conchas, esqueletos de animales o plantas marinas y que podemos encontrar en muchos de los valles que corta el río Gallo donde ahora reinan buitres y chovas.

El  mar, relleno de rocas sedimentadas con una potencia de decenas de metros cubiertas por el agua, empezó a deformarse a finales del Periodo Cretácico con la orogenia alpina. Los pliegues y otras estructuras como los cabalgamientos, nos hablan de un proceso compresivo donde el choque de placas tectónicas produjo que los materiales se comprimieran y levantaran. La gran cuenca formó entonces una cadena montañosa que posteriormente redondearon los procesos geodinámicos externos hasta nuestros días, permitiendo que el río Gallo formara su pequeño y bonito recorrido, mostrándonos con detalle toda su historia geológica resumida en cada uno de los afloramientos de su recorrido, muchos de ellos enclavados en el parque Natural del Alto Tajo.

Daniel Agut

Temporada 4. Capítulo 20Geología del río Gallo
Fecha de grabaciónAbril de 2021
Duración1:37 minutos
Fecha de emisión28 de septiembre de 2022
LocalizaciónValle del río Gallo, Guadalajara. España
Imagen y sonidoDaniel Agut
Montaje y ediciónErnesto Cardoso
OpúsculoDaniel Agut
MúsicaScott Holmes
TemaMusic peaceful winter
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