Bicicleteamos por la Alcarria conquense de Ercávica a Segóbriga, cien kilómetros por un GR medio abandonado a su suerte, pedaleando junto al río Guadiela, río Mayor y río Cigüela, sobre el oleaje de mares de trigo y cebada, de ventas, palomares y cigarrales abandonados, barbechos y linderos llenos de cardos y amapolas, sin ver un alma en el campo hasta llegar a Moncalvillo, Huete, Carrascosa, Torrejoncillo, Saelices…
Domesticamos el trigo hace diez mil años. El clima favoreció su cultivo pero también hizo algo más escasa la carne de caza, así que comenzamos a preferir el pan a la chuleta. Pero necesitamos unos cuantos años o siglos para convencernos que era mejor hacerse agricultor y dejar en paz a los antílopes, construir una casa y olvidarnos de las precarias y nómadas tiendas de ramajos o pellejos de bichos. La clave fue dar con un grano que no se soltase de la paja cuando maduraba y que en lugar de cuatro o seis granos tuviera diez o veinte la espiga. A partir de ese logro la humanidad fue otra cosa. Quiero ser optimista e imaginar, tras este horizonte, hogazas de pan y litros de cerveza, pero ahora todo este cereal se convierte de nuevo en «chuleta» ya que sirve para fabricar los piensos con los que alimentamos pollos, cerdos, ovejas o terneras encerradas en cajas.
También estaba por aquí el emporio cristalero romano. Cuando no se sabía cómo hacer vidrio plano y barato para proteger las ventanas del frío o del calor, el ingenio y la curiosidad descubrió el llamado Lapis especularis o “espejuelo”, una piedra de yeso cristalizado casi transparente que era fácil de laminar y cortar. Plinio dice, admirado, que las mejores ventanas pijas de Roma se cubrían con este precioso “cristal” extraído de las minas que había alrededor de Segóbriga. El mineral se cortaba según el pedido, se embalaba en paja, se cargaba en carretas con destino a Cartagonova y luego a Roma en barco. Su precio era altísimo. Luego domesticamos el silicio de la arena y así hasta ahora.
Merece la pena visitar la mina de La Mora Encantada en Torrejoncillo del Rey, bajar a cuarenta metros de profundidad con una estupenda guía y viajar en el tiempo dos mil años. Aún puede verse, como si los mineros hubieran estado trabajando ayer, el humo de las lámparas de aceite y todas las picadas en las paredes para sacar los enormes cristales. Recogemos algún pedazo de Lapis especularis durante el paseo y disfrutamos de las tórtolas, aguiluchos, cernícalos, torcaces, ruiseñores, abubillas y toda esa pajarería pequeña que vive en estos campos vacíos. De cuando en cuando un tractor ara y reara otra vez el barbecho y nos permite recordar que Augusto ya no es el emperador de Hispania.
De norte a sur y de este a oeste, el país estaba lleno de casonas agrícolas abandonadas tras la caída del Imperio, perdidas bajo la tierra, con patios frescos, almacenes llenos, hipocausto, arboleda, pozo, sencillos o preciosos mosaicos… Más de un ciento han sido descubiertas y son admiradas por cualquier persona que se acerque a ver aquel confort que luego tardamos veinte siglos en disfrutar.
Estos campos de lapis especularis también fueron granero fértil y dulce huerta. Se retiraban aquí los legionarios que no habían sido aniquilados en Carras, Teutoburgo, Graupius, Numancia o en cualquier limes peligrosa. Escondían la gladius y la lorica, leían “re rustica” de Columela, tenían hijos y salían en junio a acariciar las cosechas de su hacienda antes del día de la siega. Esa imagen de una villa en Hispania que muestran en “Gladiator” era para un soldado cualquiera el sueño más deseado de su vida. No era tocar la riqueza, el éxito o la gloria, más bien significaba la tranquilidad de alejar las hambrunas y de vivir en paz, no ver sangre, dormir sin miedo, sonreír. Y algo nos quedó dentro, tal vez un gen rústico y “columelo”, porque al pisar el trigo y acariciar con la punta de los dedos las espigas llenas, una extraña felicidad nos llega del algún sitio muy lejano.
Ramón J. Soria Breña
Temporada 4. Capítulo 12 | La ruta de los espejuelos |
Fecha de grabación | Mayo de 2022 |
Duración | 2:47 minutos |
Fecha de emisión | 8 de junio de 2022 |
Localización | Cañaveruela y Saelices, Cuenca, Castilla la Mancha. España |
Imagen y sonido | Ernesto Cardoso |
Montaje y edición | Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Ramón J. Soria Breña |
Música | Andrés Chazarra |
Tema | Specularis |