A fuerza de ser sincero, tengo que confesar que no creo nada en los poderes que transmiten las piedras más allá de despertar el gusto estético, el placer de regalarlas o, en un plano más perverso, fomentar la codicia. Sin duda mi acercamiento a la recolección de minerales pertenece tanto al ámbito del asombro como que al de la belleza, pero lo que sí tengo claro es que en ningún momento se cruza por este camino el comercio o el mercantilismo.
Como se nos ha explicado el precio de las cosas corresponde al valor que para el que las compra tiene (o por lo menos debería ser así, ya que la manipulación de la escala de valores de los productos comerciales va tan por libre como la necesidad de adquirirlos que nos hemos creado). Siendo así, un mineral no debería tener un coste mas allá de su capacidad para ser utilizado con fines productivos, si es que los tuviera, y por lo tanto debería ser sometido a la obsoleta y manipulada ley de la oferta y la demanda; pero también podría tener un gran valor sentimental por las circunstancias que hayan rodeado su historia, premisa que no tiene por qué llevar implícito un valor económico.
Pero el asunto se complica cuando se le atribuyen a las piedras poderes e influencias sobre la condición humana. Entiendo que en la ficción (y sobre todo en la ficción en las que actúan fuerzas sobrehumanas) transcienda el poder de un mineral extraterrestre (¿o provenía de Campo de Criptana?, municipio de la provincia de Ciudad Real) sobre la vitalidad de un superheroe, en otros cuentos esto se solucionaba cortando el pelo al fortachón; pero de ahí a que el poder de un cristal de cualquier mineral nos haga más fértiles, consiga que durmamos mejor o que nos deje de doler la rodilla, hay una magnitud de sugestión, credulidad y oscurantismo para la que todavía no se ha inventado una unidad de medida.
Creo que todos esos supuestos poderes que se otorgan a las piedras lo que tratan es de aminorar o contrarrestar los efectos de una de las armas más (si no la más) efectiva, gratuita, adictiva, destructiva y contagiosa: se llama miedo. Desde que nacemos nos lo inculcan, nos hacen sentirlo, compartirlo y convivimos con él toda la vida. Los que lo saben manejar tienen la llave del poder, pueden manipular a mucha gente solo con las palabras, transformándolas en amenazas, sanciones, sermones, diagnósticos, comunicados, estadísticas, noticias, mentiras y, en ocasiones, acudiendo a la violencia para recuperarlo o no perder el poder que otorga.
Es fácil de difundir y se contagia exponencialmente, hay medios especializados en mantener siempre un nivel óptimo de miedo a nivel social, sin que se les vaya de las manos tienen como fin conseguir que cada uno tomemos nuestra ración diaria para que esté latente. Tampoco tienen que esforzarse mucho porque el miedo está bien establecido ya que se incrementa en quién tiene algo que perder, y en ese hecho casi todos participamos. La incertidumbre que crea nos atenaza y genera ansiedad que mina nuestra salud física y mental, ¡pero hay remedio!: ahora la humanidad se divide en dos grandes grupos, los que se medican y los que todavía no lo han hecho (se estima, aunque no es un dato científico, que la proporción entre los trabajadores españoles es más o menos de un 70-30%).
Ahora que lo pienso, quizá no sea tan malo creer en la fuerza que los minerales otorgan a nuestro poder de sugestión, seguramente sea un tratamiento con menos efectos secundarios que los ansiolíticos. Posiblemente nos haga menos temerosos al pensar en el futuro, nos ofrezca algo en lo que creer… Las quiastolitas que grabamos cerca del castillo de Mirabel en la provincia de Cáceres han servido como talismanes engarzadas en anillos, pulseras o colgantes, si alguna vez han calmado alguna conciencia intranquila (quizá la de alguna de las personas que habitaron ese castillo), creo que ya han demostrado con creces el poder que poseen.
Ernesto Cardoso
Quiastolita
La Quiastolita o Chiastolita procede etimológicamente del griego y es la piedra de la cruz (“Chiastos” cruz y “Litos” piedra). Mineralógicamente es un Nesosilicato Alumínico (Al2SiO5), una variedad de Andalucita con una génesis muy especial y singular.
Una roca que solo se encuentra en unas condiciones estables de presión y temperatura a cierta profundidad, presenta sus minerales característicos en base a esas condiciones físicas y su composición química. Cualquier cambio que modifique dichas condiciones, implica que los minerales se transformen, alteren o directamente desparezcan para formar fases diferentes.
Las rocas y minerales que “cambian” y recristalizan sin llegar al punto de fusión, son las denominadas rocas metamórficas. Cuando una roca recibe un aporte de temperatura importante y no se funde, sufre una serie de transformaciones que se suelen producir de dos maneras diferentes, dependientes siempre del tiempo al que se ven expuestas a lo largo de todo el proceso: La primera es como consecuencia de la formación y circulación de fluidos hidrotermales que disuelven parte de los iones que están contenidos en las diferentes rocas, y la segunda es la recristalización total o parcial de los minerales que forman las rocas debido al aumento de temperatura.
Cuando el aporte de calor es repentino en tiempo geológico y puntual (debido por ejemplo a una intrusión magmática), el enfriamiento posterior suele ser también rápido. El proceso de transformación puede afectar poco a las rocas calentadas, pero si puede generar el crecimiento de nuevos minerales por circulación de iones debido al calor, creándose un tipo de rocas metamórficas de contacto muy especiales denominadas corneanas y esquistos mosqueados (esquistos y pizarras con “moscas” que son minerales de nueva formación).
Un ejemplo real son las pizarras de edad silúrica y ordovícica en Mirabel (Cáceres), que sufrieron este proceso de calentamiento y enfriamiento rápido que generaron estas “moscas” en forma de Quiastolitas.
La génesis de estos minerales se produce por nucleación en la propia pizarra y crecimiento por presión dentro de la propia roca. Los cristales de Quiastolita se disponen formando una macla prismática de base cuadrada. Las pizarras dentro de las que crecen, contienen carbono en forma de grafito, que se va disponiendo a lo largo del eje c en el centro del prisma con una morfología de reloj de arena y en las diferentes aristas de cada uno de los 4 cristales de andalucita que forma la macla. De esta manera podemos ver que en diferentes secciones perpendiculares a la longitud del prisma, la cruz de grafito negro se ensancha y estrecha siguiendo este zonado tan característico.
Se trata de un mineral muy utilizado en joyería y bisuteria, engarzándose en oro o plata las secciones cuadradas con la cruz de grafito visible entre los cristales rosados de andalucita. Es dura y se suele pulir para destacar sus cualidades estéticas, formando parte de muchos colgantes y broches que es fácil encontrar en joyerías y puestos de artesanía.
Daniel Agut
Temporada 4. Capítulo 8 | Quiastolitas de Mirabel |
Fecha de grabación | Noviembre de 2021 |
Duración | 2:32 minutos |
Fecha de emisión | 13 de abril de 2022 |
Localización | Mirabel, Cáceres, Extremadura. España |
Imagen y sonido | Ernesto Cardoso, Daniel Agut. |
Montaje y edición | Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Ernesto Cardoso, Daniel Agut |
Música | Scott Holmes |
Tema | Green fields |