Por tierras de Molina de Aragón

Nos adentramos en tramo de “Las Tres Taifas”, una de las etapas más especiales del Camino del Cid, discurre por las provincias de Zaragoza, Guadalajara y Teruel. Su riqueza cultural, histórica y natural, invita a perderse por sus campos y paisajes, y recordar la ruta que siguió El Campeador en sus dos destierros desde Vivar del Cid en Burgos hasta la provincia de Alicante. 

La primera visita es a la pequeña localidad de Tierzo, cercana a Molina de Aragón, tiene el complejo de salinas más antiguo de la provincia de Guadalajara, las Salinas de Armalla, datadas en época romana. Han sido explotadas continuamente durante siglos hasta nuestros días, los árabes las denominaron “m.adin al-mallaha” (minas de sal) y llegaron a su máximo esplendor en el reinado de Carlos III del que todavía se mantiene alguna construcción. Encontramos el pozo dentro de una edificación de planta octogonal, en el que se inyecta agua procedente del cercano río Bullones para disolver el mineral existente en el subsuelo, posteriormente una red de canalizaciones llenan las piscinas en las que el agua se evaporará, quedando solo la sal que antaño se recogía y transportaba con animales de tiro y arreo. 

Atravieso la localidad de Molina de Aragón y dejo el paseo por su casco histórico medieval para otro momento, hoy nos vamos a centrar en la recolección de unos minerales denominados aragonitos, en esta localidad fue donde se citó el aragonito por primera vez, y es uno de los símbolos del Parque Natural del Alto Tajo. El nombre de este mineral contiene un malentendido del científico alemán Abraham Gottlob Werner que en 1788, recolectando estos minerales en unos taludes cercanos al rio Gallo, les puso el nombre pensando que Molina pertenecía a Aragón. 

Ya de vuelta, y con los bolsillos llenos de aragonitos, me fijo en la torre de la iglesia del Monasterio de San Francisco, donde podemos ver una placa conmemorativa a Fray José Torrubia que en agosto de 1750 descubrió las “piedras figuradas” (fósiles) cerca de Molina; este gran naturista escribió el primer tratado de paleontología en España, siendo un referente en la interpretación de fósiles.

Encaminamos la carretera GU-958 para llegar a Ventosa. Esta pequeña localidad, que en la actualidad cuenta con menos de 30 habitantes, tiene su origen en asentamientos de la edad del hierro, apareciendo vestigios de un asentamiento celtíbero en el cerro Coronado. Río abajo, a pocos kilómetros, me encuentro con el Barranco de la Hoz, un enclave natural increíblemente bello. El río Gallo, a lo largo de 5 kilómetros, ha tallado la hoz a su caprichosa conveniencia, escarbando los potentes paquetes de areniscas y conglomerados triásicos con paredes de hasta 150 metros de altura. A un lado del barranco, en un pequeño ensanchamiento del valle, se ubica el símbolo mariano más importante del Señorío de Molina, el Santuario de Nuestra Señora de la Hoz que es su patrona y cuya romería está declarada de Interés Turístico Provincial. 

Este santuario fue gestionado históricamente por monjes agustinos, monjes cistercienses y protegido por los Templarios. Su historia está ligada a la comarca de Molina desde el siglo XII. Al preguntar por el origen de su ubicación en el barranco, cuenta la leyenda que un campesino de Ventosa encontró la talla de la Virgen mientras buscaba entre la vegetación de la zona a una oveja perdida. Cerca del santuario, que está adosado a las rocas  verticales del cañón, encontramos lo que los lugareños denominan “La Cobertera” y “La Rueca”, dos rocas que destacan sobre el resto por su espectacularidad. El conjunto está formado por varias edificaciones: la ermita de estilo románico y una pequeña hospedería, pasadizos con frescos y relieves en sus paredes, una fuente de piedra y una pequeña gruta con una representación de la aparición. 

Dentro de nuestra modesta audacia y prismáticos en mano, decidimos ascender por la escalera a pie del santuario que lleva a la cima del desfiladero, una losa de arenisca hace las veces de mirador del valle con una impresionante panorámica que deja sin aliento por su belleza y por el sentimiento de estar disfrutando de un paisaje natural en estado puro. El curso del río se encajona entre los farallones del desfiladero, los pinos ródenos que lo bordean se mantienen en un inexplicable equilibrio encima de algunas rocas y los buitres leonados surcan el cielo muy cerca de sus posaderos. Sentados en la losa nos olvidamos de la vida cotidiana, el tiempo pasa en un segundo mezclando el sonido del viento con el rumor del agua, el canto de aves y el deambular de los insectos que intentamos distinguir y reconocer. El sinuoso curso del río Gallo está protegido por grandes chopos y por la diversa vegetación de ribera por la que paseamos, sus pequeñas pozas, corrientes y saltos de agua albergan truchas, mirlos acuáticos y otras especies animales tan características en este tipo de corrientes fluviales; configuran un ecosistema frágil, delicado y muy sensible a cualquier acción nociva.

Antes de abandonar el Santuario y continuar con el viaje, nos acercamos a una roca denominada “El Huso” donde podemos leer inscrito en un pequeño monolito el verso del Cantar del Mío Cid “Vinieron a medina, la que auegaluon mandaua”- “Vinieron a Molina, la que Avengalvón mandaba“ (verso 1545), estas transcripciones del cantar son los diferentes lemas de toda la ruta del Cid y podemos verlos en cada una de las etapas del camino.

Nuestra próxima parada es Chequilla, a 39 kilómetros de Molina. Serpenteamos la carretera entre los rojos y margosos campos, colinas y pinares del Parque Natural del Tajo. Poco antes de llegar a este pequeño pueblo nos encontramos con los impresionantes farallones de areniscas y conglomerados de color rojo intenso y comprobamos que se trata exactamente de las mismas formaciones que pudimos observar en el Barranco de la Hoz. El contraste con el verde primaveral de los bosques y con el intenso azul del cielo, nos permite gastar unos minutos disfrutando del paisaje y del momento. El primer pensamiento que nos viene a la cabeza es la similitud que tienen estas enormes rocas con los Moais de la Isla de Pascua, tremendas piedras esculpidas por el tiempo y la erosión que, como pasa con las nubes, e inspirados en un cierto grado de imaginación, nos recuerdan a las formas de determinados animales y seres fantásticos. 

La localidad de Chequilla tiene una pequeña iglesia del siglo XVIII de color rojizo, algunas de sus edificaciones están perfectamente integradas en el entorno físico e incluso parte de ellas están excavadas en la roca. Es muy fácil acceder a sus gentes, como en muchas de las poblaciones de España tiene un centro de reunión donde hacen parte de su vida social, encontramos allí al alcalde conversando con el resto de vecinos y conseguimos nuestro sello del salvoconducto del Camino del Cid, una imagen emblemática de cada localidad que nos permite la certificación de cada visita realizada a lo largo de toda la ruta. 

Llego al final de esta jornada en la he recorrido un pequeño tramo del Camino del Cid en la provincia de Guadalajara, con vivencias y aprendizajes que incluir en la mochila. Es una forma de compartir y conocer la historia, la biología y la geología de esta parte tan poco conocida de la península ibérica. 

Penélope Núñez

Temporada 3. Capítulo 20Por tierras de Molina
Fecha de grabaciónJunio de 2021
Duración2:34 minutos
Fecha de emisión29 de septiembre de 2021
LocalizaciónMolina de Aragón, Guadalajara. España
Imagen y sonidoErnesto Cardoso y Daniel Agut
Montaje y ediciónErnesto Cardoso
OpúsculoPenélope Núñez
MúsicaCrowander
TemaHow would have thought
LocuciónPilar Martín Martín-Lorente

2 comentarios sobre “Por tierras de Molina de Aragón

  1. Me ha gustado el texto «Por tierras de Molina de Aragón» pero no solo hay que poner lo bonito, también hay que denunciar la contaminación bestial que sufre el río Gallo por los vertidos sin depurar de Molina de Aragón. Solo hay que ver el olor y el color de las aguas.

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