Ripario de Jaranda

El río Tajo atraviesa la península como una cicatriz sobre la cara, que, sin embargo, durante milenios, embelleció de vida ese rostro de tierra. Hoy no. La cicatriz está podrida, llena de cienos contaminados, sangra riqueza a unos pocos a cambio de su muerte y también de la aniquilación de sus afluentes. Pero aún quedan libres y salvajes estos primeros capilares, unas gargantas y arroyos que siguen siendo joya y paraíso, bosque primigenio y agua viva.

Tras el primer confinamiento lo primero que hicimos fue dar un paseo largo por la Garganta Jaranda, desde su final a su nacimiento, entrado ya el calor de Junio, con poco agua, pero aún limpia y fría. Se trata de un río muy, muy frágil porque las nieves y los neveros de Gredos ya no caen ni aguanta como antes y la sed agrícola va esquilmando poco a poco su sangre transparente.

Sólo hay algo más precioso, por su valor y su belleza, que un río. Sin él un río es nada. Sin él un río no es río, sólo un canal con pradera, una acequia con jardín, un reguero con yerbajos, agua y nada. Tiene muchos nombres. Lo llaman bosque de ribera, de galería, ripario, canuto, soto… yo lo llamo casa, sombra para burlar el sol de junio, refugio de las lloviznas de marzo, sitio para echar una siesta o mirar la tarde o cerrar los ojos o caminar sin camino lejos. También lo llamo muchas veces “paraíso”, pero sólo uso ese nombre, quizá pueril, tal vez excesivo, entre los que saben, conocen y vivieron conmigo este lugar.  Alguien del Ministerio ha escrito que el bosque de ribera ocupa 252.000 hectáreas, supone el 1,4% del total de los bosques en España. Considerando los miles y miles de kilómetros de ríos que hay en el país me parecen poquísimas hectáreas. Miro los mapas a vista de satélite o de avión o de pájaro y apenas son una delgada, finísima, frágil línea verde a ambos lados del agua que han ido adelgazando aún más estas últimas décadas, y esquilmando, adulterando, exotizando. Veo como en todos los ríos por los que camino ese tipo de bosque es cada año más precario. Lo han talado, arado, plantado choperas clónicas, trazado carriles, alzado paredones y alambradas… 

En mi «bosque de río» de Jaranda viven alisos, fresnos, álamos, chopos, olmos, sauces, brezos, saúcos, acebos, también algunos robles, alcornoques, coscojas, acebuches, encinas, varias higueras abandonadas, zarzas, majuelos, rosales, arraclanes, helechos de muchas clases, musgos, juncos, hepáticas, líquenes y otras mil plantas que cuidan del agua y también de mí.  Me gusta la gran rama del aliso que cruza hasta la mitad del charco hondo, por debajo del molino de las Siete Piedras. Para llegar al pez imaginario tengo que agarrarme a su tronco, agacharme, pisar las raíces rojizas que hacen un escalón bajo el agua y probar con un pequeño lance rodado para no enganchar el señuelo. La rama esta llena de hilos de quién no supo agacharse o abrazarse al tronco o atreverse a lanzar de otra forma. 

Los dos primeros día de libertad, tras el forzoso encierro de la pandemia, recorrimos muchos kilómetros de este bosque, garganta arriba, pescando, bañándonos, bebiendo, admirándolo todo. A pesar de tantos meses de inmovilidad, no nos cansamos ¿quién se cansa de caminar entre uno ripario y un torrente como este?

Ramón J. Soria Breña

Temporada 3. Capítulo 2Garganta de Jaranda
Fecha de grabaciónJunio de 2020
Duración3:28 minutos
Fecha de emisión22 de enero de 2021
LocalizaciónGarganta de Jaranda, Cáceres. España
Imagen y sonidoErnesto Cardoso. Ramon J. Soria Breña
Montaje y ediciónErnesto Cardoso
OpúsculoRamon J. Soria Breña
MúsicaBendsound
TemaBeyond the line
Anuncio publicitario

Un comentario sobre “Ripario de Jaranda

  1. Gracias, Ramón, tu narrativa, como siempre, conmueve mi alma riparia.
    Veo en tu cicatriz la mía.
    Precioso relato, si no te importa lo comparto.

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.