Las tardes lluviosas de finales del otoño, llevan la mente a ambientes melancólicos, semi-oscuros y despoblados; al sonido del aire y del goteo del agua. Es el momento en el cual me tumbo, me coloco los auriculares en los oídos, busco en la lista el Telegraph Road de Dire Straits y cierro los ojos.
Escucho la parte final del tema, en el minuto 9:45 la canción fluye como un río recién nacido que se abre paso por las praderas de turba de la alta montaña y va cogiendo lentamente velocidad. El agua y la guitarra van atravesando y excavando la roca, se vuelven torrente, se aceleran juntas poco a poco; entonces mi mente vuela por esos paisajes fluviales, en una coda interminable que repite sin parar un solo de guitarra eléctrica…
La vida que alberga el río es parte de su peculiar música. El bosque de ribera, las aves, los peces o los mamíferos forman un todo visible de un ecosistema dependiente del agua dulce, de su calidad y de su abundancia.
En los fondos arenosos, limosos o de grava, entre la vegetación que hay dentro del curso fluvial, encima o debajo de las piedras existe el mundo de lo pequeño: fitoplancton, algas o macroinvertebrados que son la base de la cadena trófica y del equilibrio de todo el ecosistema.
Llegar a un curso de agua y ver abundancia de insectos eclosionando, sus larvas correteando bajo cualquier piedra o entre las espadañas y el mirlo acuático devorarlas, son síntomas de calidad y de un ecosistema poco dañado.
La percepción de la pequeña vida que alberga el río nos ayuda a comprender su funcionamiento y poder valorar la calidad o el grado de degradación que presenta. Los pequeños seres son muy sensibles a los cambios de luz, del ph del agua o de la presencia de nuevas sustancias disueltas o en suspensión. Su mayor o menor abundancia, condicionan directamente la presencia y comportamiento de los peces, aves o mamíferos. Su aparición en estado larvario o adulto en determinadas épocas del año son pequeños hitos de vida y salud medioambiental.
Intentemos conocer y entender algo más de ellos.
Daniel Agut
Somos curiosos
“Es curioso que…” es el comienzo de una frase que atrae al lector y le incita a prepararse para recibir un mensaje que le puede acercar a algo que no conoce, que además tiene muchas posibilidades de sorprender y que le estimula a descubrir.
Incomprensiblemente hemos asociado esta cualidad innata y natural de los seres humanos, y de algunas otras especies animales, a comportamientos poco gratos como la indiscreción, la impertinencia, la cotillería o el entrometimiento. Y de esta forma la curiosidad ha quedado relegada a un plano de comportamiento con aspectos negativos para la convivencia.
Para algunas especies de animales la curiosidad les ofrece una ventaja para su supervivencia y se observa que es mayor en las etapas mas jóvenes de su desarrollo. Pero en la especie humana, que es especialmente curiosa, suele combinarse con la capacidad de pensamiento abstracto, provocando en nosotros la fantasía, la imaginación y la imitación de la naturaleza como fin esencial del arte, entendiendo el arte como una actividad o producto realizado con una finalidad comunicativa.
Todavía tengo grabada la sentencia que un día de colegio, cuando era todavía un niño, me hizo un maestro como respuesta a una pregunta que no supo o no quiso contestarme: “No me gustan los niños curiosos”. Seguramente quiso ponerme en evidencia ante el resto de los alumnos, y de paso aleccionarlos, acudiendo al peor significado de la palabra curiosidad. Afortunadamente olvidé la cara y el nombre de aquel maestro y desgraciadamente también olvidé la pregunta que le hice. Lo que siempre recordaré fue la sensación que me quedo ante la coacción sobre el libre pensamiento y mi desarrollo personal e intelectual.
Quizá deba darle las gracias a aquel docente ya que me despertó todo lo contrario que lo que pretendía, he tenido a la curiosidad como impulso para explorar, investigar y descubrir; y como consecuencia para aprender. Aquella frase fue un medicamento que me hizo aprender mucho más allá que el contenido de aquellos tristes libros de texto y de aquellos maestros que mas que mostrar amaestraban.
El aprendizaje no tiene más límites que los que nos queramos imponer, la curiosidad nos impulsa a buscar la información y la interacción con el ambiente natural y con otros seres y entornos que tenemos a nuestro alrededor. Algunos tan desconocidos, tan asombrosos y tan bellos como los insectos que pueblan los ríos y humedales, os los iremos acercando en varios artículos y videos que publicaremos en Intemperie.
En ésta entrega os mostramos un segundo video en el que veremos cómo la curiosidad nos lleva a aprender a conocerlos.
Ernesto Cardoso
Temporada 2. Capítulo 26 | Insectos acuáticos. Fotografiando macroinvertebrados acuáticos |
Fecha de grabación | 19 de septiembre de 2020 |
Duración | 3:27 minutos 1:45 minutos |
Fecha de emisión | 25 de diciembre de 2020 |
Localización | Río Tormes, río Sorbe y río Carrión |
Municipio | Alba de Tormes. Salamanca. Valverde los arroyos, Guadalajara. Pino del Río, Palencia. España |
Imagen y sonido | Daniel Agut/ Ernesto Cardoso |
Montaje y edición | Daniel Agut/ Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Daniel Agut/ Ernesto Cardoso |
Música | Daniel Agut/ Andrés Chazarra |
Tema | Pretty walk/ Foalinha |