Cualquier lector disfrutará lo indecible con los libros: “En un metro de bosque. Un año observando la naturaleza” y también con“Las canciones de los árboles. Un viaje por las conexiones de la naturaleza” de David George Haskell, un biólogo y escritor que fue finalista del premio Pulitzer del 2012. Hay quienes piensan que para saber de ecología hay que hacer intrépidos viajes al Amazonas o a los últimos bosques boreales, estudiar los arrecifes de coral australiano, las selvas donde se esconden los últimos gorilas de montaña o los manantiales ácidos donde resisten las bacterias más raras y antiguas del mundo. Pero Haskell nos demuestra que no es así con una claridad, amenidad, belleza y precisión que se encuentra en bien pocos autores científicos. Él apenas escoge unos palmos de bosque, un cuadrado de un metro por un metro, su mándala, y observa durante un año lo que ocurre allí mismo y en sus alrededores. En un metro de bosque hay un universo.
Las lluvias intensas de octubre han vestido noviembre de un bellísimo ropaje. Desde ese mínimo metro de tierra salvaje, sin habernos alejado demasiado de casa, caminamos, buscamos y contemplamos los ocres y marillos de los árboles que se van durmiendo, el paseo precavido de un pequeño ratón recolectando diminutas bellotas, las setas que han salido al pie del chaparro, el pino, el castaño o el roble y que entrelazan sus hifas con las raíces capilares de todos los árboles que tocamos en una inmensa simbiosis invisible que sigue maravillando a los botánicos. Sin los hongos no existirían muchos de estos árboles ni tampoco nosotros. En su metro de bosque, mientras el oído del caminante detecta, en la ladera de enfrente, las pisadas precavidas de una cierva, sus ojos descubren un pequeño hormiguero del que salen hormigas rojas en ordenada fila de ida y vuelta afanadas en llenar la despensa invernal y tenemos cuidado en no pisarlas ni estorbar su camino. En su metro de bosque, a resguardo de una mata de jaras y dos robles de menos de un metro de altura, descubrimos al jabalí, no muy lejos, que camina pisando la hojarasca que el viento ha acumulado en la falda derecha del arroyo. Tal vez el mismo animal que días antes ha levantado la capa de hojas y humus que ahora pisamos, tras la que se esconden muchas golosinas, castañas maduras reblandecidas, trufas y criadillas de tierra, bellotas dulces, setas de todos los colores, larvas de escarabajo… Un metro de bosque salvaje de dehesa de encinas y alcornoques, salpicadas de robles y jaras, tomillares y helechos, un pinar antiguo o un castañar maduro alberga todo un mundo a poco que el caminante sepa mirar y adivinar la vida que bulle allí, tan cerca. La maravilla que se organiza en tan poca tierra llenaría miles de páginas de investigación botánica y zoológica. A pesar de que la ciencia lleva investigando esa minuciosa relación ecológica mucho tiempo entre los hongos y los árboles, apenas ha escarbado en la superficie de lo que allí ocurre y porqué y cómo. Al agacharnos a recoger una seta descubrimos el brotecillo tierno de una nueva encina que se atreve a salir, madrugadora, burlando los ramoneos meticulosos de los abundantes herbívoros, las heladas por venir, los secos días de noviembre y diciembre que le esperan.
Tal vez tenga suerte y dentro de cien años sea una joven encina grande de hojas duras y resistentes que sigue manteniendo este metro de bosque con tanta vida y tal vez, bajo ella, otro recolector de setas encuentre algunas de estas bellezas.
Ramón J. Soria
Temporada 2. Capítulo 24 | Bosques y setas |
Fecha de grabación | Año 2019 y 2020 |
Duración | 3:36 minutos |
Fecha de emisión | 27 de noviembre de 2020 |
Localización | Distintas localizaciones |
Imagen y sonido | Revista intemperie |
Montaje y edición | Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Ramón Soria Breña |
Música | Bendsound |
Tema | Dreams |