Nubes

En el siglo XVIII el gran viajero y científico Alexander von Humboldt se paseaba por el mundo anotando temperaturas, humedad y altitud con cuarenta y dos instrumentos de precisión que protegía en cajas forradas de terciopelo. Llevaba hasta un cianómetro para medir el azul del cielo en cada sitio y dibujaba las nubes, sus cambiantes colores y sus evocadoras texturas.

De niños, sin esfuerzo, vemos en la forma de las nubes todo tipo de animales, objetos fantásticos, caras, monstruos y acertijos. Cuando dejamos de imaginar todo eso ya sólo somos adultos sin imaginación ni tiempo para mirar, tan alto y sin prisa, el gratuito espectáculo del cielo.

Algo mayor que Humboldt, el químico y farmacéutico Luke Howard fue el hombre que clasificó las nubes en siete tipos básicos que hoy se han ampliado a diez. Pero los poetas han seguido siendo los que mejor han sabido escribir sobre estas gigantescas masas de vapor de agua que nacen y crecen sobre todo en los mares y llenan de vida la tierra cuando se precipitan en forma de lluvia.

Otro coetáneo de Alexander, el poeta John Keats, escribió: “A quien en la ciudad estuvo largo tiempo
 confinado, / le es dulce contemplar la serena 
y abierta faz del cielo, / exhalar su plegaria 
hacia la gran sonrisa del azul. (To one who has been long in city pent, / Tis very sweet to look into the fair / And open face of heaven,—to breathe a prayer / Full in the smile of the blue firmament) y es verdad, somos los habitantes de las ciudades quienes más hemos olvidado mirar a lo alto y distraernos con las nubes, preferimos estar enredados mirando las pequeñas pantallas del teléfono o las brillantes pantallas de nuestro televisores, pero si logramos olvidar todo eso y mirar de nuevo a lo lejos volvemos a descubrir la maravilla.

El agua que evaporó el sol a miles de kilómetros, que transportaron las brisas y detuvieron las cimas de las montañas más altas, caerá luego por un sofisticado mecanismo físico de saturación y partículas de polvo que hace que las moléculas de agua se conviertan en gotas con la suficiente masa para precipitarse al suelo. Un metro cúbico de nube apenas contiene tres gramos de agua. Si hoy han caído por ahí más de veinte litros por metro cuadrado ¿Cuál es el inmenso volumen de una nube? Con este agua el campo se llena de verde, flores, insectos, vida. Se salva así la tierra de los malos augurios y de los ciertos cambios climáticos ¿Por cuánto tiempo?

Los hombres, en otra edad remota, o no tanto, inventaban danzas y sortilegios para atraer a las nubes. Un trozo de mar evaporado, un enorme pedazo de océano sobre nuestras cabezas. Imaginad, lanzamos la seda al cielo y cae sobre un agua que hace poco estuvo bien lejos y era respirada por merlines, atunes, corales y sargazos. Ahora nosotros respiramos también esa humedad invisible.

Nada existe sin agua, nada tendría nombre sin las nubes, por eso no hay poeta que no las haya nombrado siquiera una vez. José Emilio Pacheco escribió:

En un mundo erizado de prisiones
Sólo las nubes arden siempre libres.

No tienen amo, no obedecen órdenes,
Inventan formas, las asumen todas.

Nadie sabe si vuelan o navegan,
Si ante su luz el aire es mar o llama.

Tejidas de alas son flores del agua,
Arrecifes de instantes, red de espuma.

Islas de niebla, flotan, se deslíen
Y nos dejan hundidos en la Tierra.

Como son inmortales nunca oponen
Fuerza o fijeza al vendaval del tiempo.

Las nubes duran porque se deshacen.
Su materia es la ausencia y dan la vida.

Ramón J. Soria Breña

Temporada 1. Capitulo 15Nubes de solsticio
Fecha de grabacióndel 12 al 22 de junio de 2019
Duración2:14 minutos
Fecha de emisión6 de julio de 2019
LocalizaciónSierra de Guadarrama. Madrid
MunicipioComunidad e Madrid. España
Imagen y sonidoErnesto Cardoso
Montaje y ediciónErnesto Cardoso
OpúsculoRamón J. Soria Breña
MúsicaScott Holmes
Tema The edge of nowhere
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