No es poca cosa el fuego. Ahora tocamos un botón y se enciende la cocina, la chimenea, el mechero. Pero nos costó millones de años dar con la chispa. Antes de eso las noches eran negras y las fieras daban miedo, comíamos carne cruda y el viento helado se nos metía en el alma.
Hoy parece que está lejos todo eso, que es remoto, pero hasta antes de ayer, cuando inventamos la luz eléctrica, el fuego seguía cocinando nuestras viandas e iluminando la noche. Parece que fue hace mucho, pero hasta hace pocas décadas los ojos de los lobos acechaban a los pastores en Gredos y una antorcha, hecha con cualquier ramajo seco y resina, era el único arma para evitar el peligro e iluminar las trochas camino del tenao, el refugio o el pueblo. Muchos pueblos lo olvidaron, pero nunca nosotros, aunque ahora sepamos que el fuego es un proceso químico de oxidación acelerada, aunque usemos vitrocerámicas para cocinar y bombillas de led para iluminar las calles, hay un día que volvemos a convocar al fuego con la arrogancia de quienes entienden su valiosa magia y no se queman.
Hay en el mundo innumerables fiestas del fuego y muchos mitos, leyendas o dioses que lo convocan, casi todas tiene el hálito de la purificación, del rito de paso estacional o personal, de un festín propicio más o menos pagano o cristianizado. Se saltan hogueras, se pisan brasas, se queman muñecos, trastos o baratijas, se hace humo, se explota pólvora, se baila alrededor y se canta ya sea América del Norte o del Sur, las orillas del río Congo, las islas del Índico o el gran norte Siberiano, pero no conozco ningún otro pueblo en el que la gente juegue sin miedo con el fuego y sin miedo luche sin hacerse daño, se deje arropar por la llama, se ría del calor y las chispas, intercambie las caricias que lleva en antorchas gigantes, deje jugar a los niños y las niñas con escobones de retama encendidos, cante, coma y beba sin medida, con la arrogancia de quienes están en el secreto, no como la dominación de un arma agresiva sino por pura amistad con la lumbre que una vez, hace miles de años, nos hizo de verdad humanos y libres.
Hay quien apunta al siglo VII y alude a las necesidades de iluminación de los cabreros, cuando cualquiera sabe que la retama seca arde rápido e ilumina poco, por entonces se seguían utilizando los candiles de origen romano o la antorcha de brea o resina. Luego está el estandarte de la Virgen. Hasta 1854 el Papa Pio IX no decreta el dogma de la “Inmaculada Concepción”, aunque aquí, mucho antes, en el Concilio de Toledo del 675, el rey visigodo Wamba ya defendía por su cuenta la Purísima Concepción de María. El resto ya lo sabemos, Rubens, Murillo y cientos de pintores cristianos afirmando el milagro en los lienzos. Olvidamos que antes, desde la edad de Bronce hasta el Imperio romano tardío, España estaba llena de figuritas negras o blancas de Isis con Horus, Cibeles y Artemisa. Pero lo que importa hoy es que nadie que viene por primera vez a Los Escobazos, si se mete de lleno en la fiesta, sale como llegó. Algo le cambia, algo recuerda, algo aprende de los jarandillanos pero también de sí mismo.
No es poca cosa el fuego. Y es absolutamente cierto que el titán Prometeo nació en Jarandilla. Tras robar el fuego a los dioses, que eran unos acaparadores, arbitrarios y abusones, se lo devolvió a los hombres para que pudieran guisar morcillas y sopas, también para jugar y para alejar a las fieras y a las pesadillas estas oscuras y heladoras noches de invierno por venir. Los Escobazos recuerdan esa gesta remota, por eso sus descendientes no temen las llamas y nunca se queman. Viajero, viajera, si vienes a Jarandilla de la Vera la noche del 7 de diciembre cualquiera por la calle te ofrecerá su vino y su alegría, su ántima, su pan, su queso y un golpe de fuego con un escobón encendido, pero no tengas miedo, el fuego es nuestro amigo y el tuyo, las estrellas brillan, la noche es larga y propicia.
Ramón J. Soria Breña
Temporada 1, capítulo 5 | Fiesta de los Escobazos |
Fecha de grabación | 8 de diciembre de 2018 |
Duración | 1,36 minutos |
Fecha de emisión | 15 de febrero de 2019 |
Localización | Jarandilla de la Vera. Cáceres, Extremadura, España |
Imagen y Sonido | Ernesto Cardoso |
Edición | Ernesto Cardoso |
Opúsculo | Ramón J. Soria Breña |
Música | Popular |
Tema | Canciones a la Virgen de la Concepción |